¿Alguna vez te has parado a pensar que tu vida se pueda equiparar al ir por las calles de tu ciudad o pueblo? Una vez que salimos de casa con un rumbo fijo, decidimos por qué calle vamos en función de diversas variables; qué camino es el más rápido, el que me permitirá hacer recados o simplemente el que nos gusta más. En nuestra vida, las calles que decidimos andar son las que nos llevan hacia lo que es más importante en nuestras vidas: la calle de la amistad, el trabajo, la familia…
¿Caminar o deambular por las calles de tu vida?
Pues bien, a lo largo del camino, tanto en el sentido literal como figurado, las calles estánrepletas de tiendas. Tiendas con espléndidos escaparates y carteles, luces y ofertas, que invitan a uno a pararse, entrar y comprar dichos productos.
Normalmente, por mucho que nos sintamos tentados por los diversos productos a nuestra disposición, seguimos adelante, guiados por nuestro fin último: llegar al sitio al que vamos, cumplir el objetivo por el cual hemos salido de casa.
Pero seamos honestos; ¿a quién no le ha pasado que, saliendo con algo de tiempo, entrar a mirar una cosa que ya tenía vista en esa tienda que tanto le gusta? Un momento se acaba convirtiendo en hora y media de pesquisas para encontrar la mejor oferta o para resolver la duda de: «¿con qué producto finalmente me quedo?». Y si ya salimos con la idea de hacer unas cuantas paradas, los minutos se pueden convertir en horas fácilmente incluso haciéndonos olvidar el objetivo por el cual habíamos salido de casa en primera instancia.
¿Dónde está la trampa?
Así pues, no es lo mismo caminar por las calles en la dirección que uno quiere, que ir deambulando por esas mismas calles sin llegar a ningún sitio, parándose constantemente a mirar los escaparates y entrando en todas las tiendas que uno se encuentra para comprar lo que allí se ofrece.
Si este segundo caso se repitiera constantemente nos daríamos cuenta de que al final, nuestra vida giraría alrededor de lo que se ofrece en las tiendas. En el caso de encontrarnos con una encrucijada, no sabríamos que dirección seguir, pues lo importante pasarían a ser las tiendas y no el sitio a dónde vamos, ni las calles por las que transitamos.
Lo cierto es que muchas veces nos encontramos caminando tranquilamente por el bulevar del amor y las tiendas que lo abarrotan nos tientan con sus ofertas y productos: «1×3 en dosis de desconfianza», «Rebajas en la sección de inseguridad» «Y por la compra de cualquier producto de la gama ansiedad, entra en el sorteo para un crucero de la compañía Nodoylatalla & Co» Atrapándonos en la vorágine consumista, incluso haciéndonos olvidar que el camino que queremos seguir, el objetivo que tenía al salir de casa era recorrer, hasta el final, el bulevar del amor.
¿Hacia dónde quiero ir en mi vida?
Uno de nuestros objetivos vitales debería ser el estar al tanto de qué cosas son realmente importantes, cuáles son las calles que queremos transitar, a qué lugar nos conducen y qué tiendas y productos nos encontraremos por el camino y, con sus cantos de sirena (pensamientos negativos de uno mismo, emociones desagradables, sufrimiento, etc.) Nos intentarán atrapar, haciéndonos parar e incluso cambiar la dirección que nos interesa.
En nuestro poder está el perseverar para seguir el objetivo marcado.