Tras intentar solventar la casuística de los problemas las parejas, en lugar de resolverlos, los van agravando. Suele darse un círculo de autodestrucción entre ambos. Aparece una actitud de defensa en cada uno y, lo que antes era un dialogo enriquecedor, se transforma en un campo de batalla de reproches y respuestas negativas.

Cuando la pareja se halla en este punto la paciencia y los nervios están a flor de piel, por lo que no es de extrañar que surjan los descalificativos o incluso la agresión.

El clima de la pareja ya tiene un ambiente donde prima el rencor, la desilusión y la desesperanza.

En este punto la indiferencia se manifiesta, los halagos, caricias o muestras de cariño y amor comienzan a evaporarse. La pareja empieza a ir cada una por su lado debido a la insatisfacción actual y declive que se esta tornando en su pareja.

Este círculo vicioso de autodestrucción es difícil de desarmar o de visionar. Estando implicado en medio del mismo, la carga emocional no permite tomar consciencia de qué comportamientos estamos teniendo que son la base del problema. Resulta muy complicado poder extrapolarse del ataque y ser objetivo.

Salir del círculo de la negatividad sin ayuda es muy difícil, ya que cada uno de los integrantes de la pareja han de dejar atrás los reproches, comenzar a corregir los hábitos que han perjudicado su relación y dar paso a nuevos hábitos más saludables para la pareja.

De aquí la importancia del papel el psicólogo de parejas ya que, de entrada, se retomarán los canales de comunicación que la pareja tiene codificados. Dará paso a que cada uno comience a responsabilizarse de los comportamientos dañinos que está ejerciendo al otro junto con las creencias negativas o distorsionadas más las actitudes que incrementan el problema de la pareja.

El psicólogo de pareja aplicará sus conocimientos y herramientas de forma objetiva e imparcial ante la pareja, acompañándolos a restaurar la relación con diversas pautas que instauren comportamientos más positivos y óptimos para ambos.